El viernes 21 de junio tuvo lugar en la Casa de la Cultura de Villa Gesell, una nueva charla del ciclo de invierno de La poesía y el mar, con la exposición de Daniel Martínez Rubio sobre La figura de Ulises en la Divina Comedia. De la magnífica charla publicamos a continuación los fragmentos referidos al célebre héroe griego Odiseo (Ulises en la versión latina), y los poemas que leímos con Gabriela Bauer y Natalia Spiner.
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La Divina Commedia – CANTO XXVI (versos 85 a 142)
85-102
Lo maggior corno de la fiamma antica
cominciò a crollarsi mormorando
pur come quella cui vento affatica;
indi la cima qua e là menando,
come fosse la lingua che parlasse,
gittò voce di fuori, e disse: “Quando
mi diparti’ da Circe, che sottrasse
me più d’un anno là presso a Gaeta,
prima che sì Enea la nomasse,
nè dolcezza di figlio, nè la pieta
del vecchio padre, nè’l débito amore
lo qual dovea Penelopé far lieta,
vincer potéro dentro a me l’ardore
ch’io ebbi a divenir del mondo esperto,
e de li vizi umani e del valore;
ma misi me per l’alto mare aperto
sol con un legno e con quella compagna
pícciola dalla qual non fui diserto.
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85-102
El mayor cuerno de la antigua llama
empezó a retorcerse murmurando,
tal como aquella a la que el viento inflama;
luego la punta ardiente moviéndose,
cual si fuese una lengua que hablara,
fuera sacó la voz, y dijo: «Cuando
me separé de Circe, que me retuvo
más de un año allá en Gaeta,
(antes de que así Eneas la llamase),
ni la filial dulzura, ni el cariño
del viejo padre, ni el constante amor
con el cuál alegrar debiera a Penélope,
vencer pudieron el ardor interno
que me impulsaba a conocer el mundo,
y el vicio y la virtud de los humanos;
me arrojé pues al profundo mar abierto,
con un navío apenas, y con la menguada
tripulación que nunca me dejaba.
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103-126
L’un lito e l’altro vidi infin la Spagna,
fin nel Marrocco, e l’isola dei Sardi,
e l’altre che quel mare intorno bagna.
Io e’ compagni eravam vecchi e tardi
quando venimmo a quella foce stretta
dov’Ércule segnò li suoi riguardi,
acciò che l’uom più oltre non si metta:
da la man destra mi lasciai Sibilia,
da l’altra già m’avea lasciato Setta.
«O frati», dissi «che per cento milia
perigli siete giunti a l’occidente,
a questa tanto picciola vigilia
d’i nostri sensi, ch’è del rimanente,
non vogliate negar l’esperienza,
di retro al sol, del mondo sanza gente.
Considerate la vostra semenza:
fatti non foste a viver come bruti,
ma per seguir virtute e canoscenza».
I miei compagni fec’io sì aguti,
con questa orazion picciola, al cammino,
che a pena poscia li avrei ritenuti;
e volta nostra poppa nel mattino,
dei remi facemmo ali al folle volo,
sempre acquistando dal lato mancino.
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103-126
De un litoral al otro vi la España,
y el Marruecos, y la isla de los Sardos,
y las otras que aquel mar en torno baña.
Viejos y lentos ya nos encontrábamos,
al arribar a aquella boca estrecha
donde Hércules plantara sus columnas,
para que el hombre más allá no fuera:
a mano diestra se alejó Sevilla,
y de la otra me dejó Ceuta.»
«Oh hermanos ‑dije‑, que tras cien mil
peligros a occidente habéis llegado,
ahora que ya es tan breve la vigilia
de los pocos sentidos que aún nos quedan,
negaros no querráis a la experiencia,
siguiendo al sol, del mundo inhabitado.
Considerad cuál es vuestra progenie:
hechos no estáis para vivir como brutos,
sino para ganar virtud y ciencia.»
A mis hombres los puse tan ansiosos
del camino, con esta breve arenga,
que después apenas podía detenerlos;
y vuelta nuestra popa a la mañana,
alas locas hicimos de los remos,
inclinados siempre hacia la izquierda.
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127-142
Tutte le stelle già de l’altro polo
vedea la notte, e’l nostro tanto basso,
che non surgea fuor del marin suolo.
Cinque volte racceso e tante casso
lo lume era di sotto da la luna,
poi che’ntrati eravam ne l’alto passo,
quando ne apparve una montagna, bruna
per la distanza, e parvemi alta tanto
quanto veduta non ne avea alcuna.
Noi ci allegrammo, e tosto tornò in pianto,
che’ de la nova terra un turbo nacque,
e percosse del legno il primo canto.
Tre volte il fe’ girar con tutte l’acque;
a la quarta levar la poppa in suso
e la prora ire in giù, com’Altrui piacque,
infin che ‘l mar fu sovra noi richiuso”.
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127-142
Del otro polo toda estrella se veía,
mientras que el nuestro tan bajo estaba
que del suelo marino no emergía.
Cinco veces encendida y apagada
había sido la luz debajo de la luna
—desde que al alto paso penetramos—
cuando una montaña vimos, oscura
por la distancia, que pareció tan alta
cual nunca había visto cima alguna.
Nuestra alegría pronto se volvió llanto,
pues de la nueva tierra un torbellino
nació, y golpeó en la proa al barco.
Tres veces en las aguas girar lo hizo;
a la cuarta, la popa levantó a lo alto,
hundió la proa ‑y como Aquél lo quiso-
el mar al fin se cerró sobre nosotros.
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Platón. La República, Canto X (fragmento)
…Después las almas se encaminaron juntas a la llanura de Leteo, en medio de un calor sofocante y terrible —porque no hay en esa llanura ni un árbol, ni una planta—, acamparon junto al rio Ameleto, cuyas aguas no pueden ser retenidas por vasija alguna, y de ellas bebieron. Es preciso que todas las almas beban de esta agua cierta cantidad, pero aquellas que por imprudencia beben más allá de la medida, pierden absolutamente la memoria. Luego las almas se durmieron, pero hacia la medianoche retumbó el trueno, tembló la tierra, y de pronto fueron lanzadas como estrellas errantes, cada una por su lado, hacia el mundo superior en donde debían renacer.
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PEDRO FLORES (español, 1968)
El niño y el desterrado (Treinta maneras de volver a Itaca, 2003)
Madre
hay un tal Ulises en la puerta
pidiendo agua.
Dice que no quiere molestar,
pero agradecería poder echarse
solo unos minutos a la sombra
de nuestra higuera.
Yo no puedo ver su rostro,
pero su voz deja en mis oídos
un regusto a sal y venganzas.
Me ha hablado de cosas increíbles;
de gigantes de un solo ojo,
de odres que encierran vientos,
de una reina fiel como una sombra.
—¿Cuántas veces te he dicho, Homero,
que no hables con extraños?
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MARÍA ROSAL (española, 1961)
ULISES NEW AGE
Suena la llave de la cerradura y eres tú quien regresa,
cuando nada anunciaba el horizonte.
Llegas con las sandalias rotas, la ropa hecha jirones y
un brillo de temor en la mirada.
Cuesta reconocerte.
Reconocer al héroe, la aquilatada talla,
tu corpulencia altiva de varón.
Ahora es otro el que llega, encorvado e inerme.
Traes el tufo de los perros expósitos,
el espanto de quien ha dormido
en las zahúrdas del infierno.
Vacías tus alforjas y extiendes en la mesa la pulpa
mineral del calendario, las alas destrozadas del vencejo
anunciando el invierno.
Vuelves a tu casa. Seguro que querrás labrar tus campos.
Que te llamen señor y que te reconozcan tus sirvientes.
¿Acaso será tarde?
No quieres preguntar.
¿Dónde está ella?
¿Qué anillos acordonan su cintura?
¿En qué luz ha sumido tanta ausencia?
¿Dónde aquella mujer besada en la distancia?
Cuerpo lamido en soledad, en los andenes,
en las noches sin rumbo.
Entregado al desprecio, royendo la miseria
con la boca pintada,
en los dientes cariados de amores mercenarios.
Ella.
Ella siempre la imagen y el aroma, ella la dulce
niña de las trenzas.
Ella, los muslos ateridos abrazando tu cintura de hielo.
Ella, el despertar de todos los cometas.
La nube que no acaba de pasar y no descarga.
Ahora lo sabes. Vuelves. Huele a tibio su carne.
Basta mirar su cuerpo para admirar sutiles trabajos
de alfarero.
Basta mirar sus manos para ver cuánta sabiduría ha
crecido en su piel.
Basta mirar sus ojos para asomarse a un hueco.
Ha crecido su talla. Se ha vestido de negro por ti.
Y no te reconoce.
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ODISEA, LIBRO VIGÉSIMO TERCERO
J. L. Borges
Ya la espada de hierro ha ejecutado
La debida labor de la venganza;
Ya los ásperos dardos y la lanza
La sangre del perverso han prodigado.
A despecho de un dios y de sus mares
A su.reino y su reina ha vuelto Ulises,
A despecho de un dios y de los grises
Vientos y del estrépito de Ares.
Ya en el amor del compartido lecho
Duerme la clara reina sobre el pecho
De su rey pero ¿dónde está aquel hombre
Que en los días y noches del destierro
Erraba por el mundo como un perro
Y decía que Nadie era su nombre?
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Ítaca
Konstantino Kavafis (griego, 1863-1933)
Cuando emprendas tu viaje a Ítaca
pide que el camino sea largo,
lleno de aventuras, lleno de experiencias.
No temas a los lestrigones ni a los cíclopes
ni al colérico Poseidón,
seres tales jamás hallarás en tu camino,
si tu pensar es elevado, si selecta
es la emoción que toca tu espíritu y tu cuerpo.
Ni a los lestrigones ni a los cíclopes
ni al salvaje Poseidón encontrarás,
si no los llevas dentro de tu alma,
si no los yergue tu alma ante ti.
Pide que el camino sea largo.
Que muchas sean las mañanas de verano
en que llegues -¡con qué placer y alegría!-
a puertos nunca vistos antes.
Detente en los emporios de Fenicia
y hazte con hermosas mercancías,
nácar y coral, ámbar y ébano
y toda suerte de perfumes sensuales,
cuantos más abundantes perfumes sensuales puedas.
Ve a muchas ciudades egipcias
a aprender, a aprender de sus sabios.
Ten siempre a Ítaca en tu mente.
Llegar allí es tu destino.
Mas no apresures nunca el viaje.
Mejor que dure muchos años
y atracar, viejo ya, en la isla,
enriquecido de cuanto ganaste en el camino
sin aguantar a que Ítaca te enriquezca.
Ítaca te brindó tan hermoso viaje.
Sin ella no habrías emprendido el camino.
Pero no tiene ya nada que darte.
Aunque la halles pobre, Ítaca no te ha engañado.
Así, sabio como te has vuelto, con tanta experiencia,
entenderás ya qué significan las Ítacas.
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Carta a un desterrado
Mi querido Odiseo:
Ya no es posible más
esposo mío
que el tiempo pase y vuele
y no te cuente yo
de mi vida en Itaca.
Hace ya muchos años
que te fuiste
tu ausencia nos pesó
a tu hijo
y a mí.
Empezaron a cercarme
pretendientes
eran tantos
tan tenaces sus requiebros
que apiadándose un dios
de mi congoja
me aconsejó tejer
una tela sutil
interminable
que te sirviera a ti
como sudario.
Si llegaba a concluirla
tendría yo sin mora
que elegir un esposo.
Me cautivó la idea
que al levantarse el sol
me ponía a tejer
y destejía por la noche.
Así pasé tres años
pero ahora, Odiseo,
mi corazón suspira por un joven
tan bello como tú cuando eras mozo
tan hábil con el arco
y con la lanza.
Nuestra casa está en ruinas
y necesito un hombre
que la sepa regir
Telémaco es un niño todavía
y tu padre un anciano
preferible, Odiseo
que no vuelvas
los hombres son más débiles
no soportan la afrenta.
De mi amor hacia ti
no queda ni un rescoldo
Telémaco está bien
ni siquiera pregunta por su padre
es mejor para ti
que te demos por muerto.
Sé por los forasteros
de Calipso
y de Circe
aprovecha Odiseo
si eliges a Calipso
recuperarás la juventud
si es Circe la elegida
serás entre sus chanchos
el supremo.
Espero que esta carta
no te ofenda
no invoques a los dioses
será en vano
recuerda a Menelao
con Helena
por esa guerra loca
han perdido la vida
nuestros mejores hombres
y estas tú donde estas.
No vuelvas, Odiseo
te suplico.
Claribel Alegría
(Nicaragua)
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Penélope reloaded
Andrea Schon
tejo y destejo
en esta isla olvidada
mi hombre me ha dejado a la buena de los dioses
un hijo recién parido los senos henchidos
el tiempo se distrae al rumor del océano
el hijo crece guacho
desespera en la búsqueda
tejo
mi mente librada a la nostalgia
destejo
el alma se enturbia lo sentencio a muerte
por las noches siento el trepidar de un barco
la potencia de aquel cuerpo
el aliento a uvas recién cortadas
los espejos me devuelven su imagen marina
tejo y destejo
eternamente
**
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