En la Biblioteca Belgrano de Pinamar nos tomamos algo más de una hora para compartir poemas de Jorge Luis Borges, en el contexto de una charla que titulé “Borges y el mar”. De la curiosidad inicial por presentar a Borges como “poeta del mar”, pasamos a meternos de lleno en su poesía, realizando una arriesgada y fuerte navegación que nos atrapó a todos. Transcribo algunos de los poemas, cuya lectura compartí con Azul, Claudia, Cristina y Maricló, grandes musas que pusieron delicadeza y sensibilidad al encuentro. El texto básico de esta charla pueden leerlo en el libro Relatos de viaje y otros naufragios, y en el sitio web (en tres entregas): https://www.anibalzaldivar.com/borges-y-el-mar-i/ ¡Disfruten de los poemas! Abrazo!
Singladura
El mar es una espada innumerable y una plenitud de pobreza.
La llamarada es traducible en ira, el manantial en tiempo, y la cisterna en clara aceptación.
El mar es solitario como un ciego.
El mar es un antiguo lenguaje que ya no alcanzo a descifrar.
En su hondura, el alba es una humilde tapia encalada.
De su confín surge el claror, igual que una humareda.
Impenetrable como la piedra labrada persiste el mar ante los muchos días.
Cada tarde es un puerto.
Nuestra mirada flagelada de mar camina por su cielo: Última playa blanda, celeste arcilla de las tardes.
¡Qué dulce intimidad la del ocaso en el huraño mar! Claras como una feria brillan las nubes.
La luna nueva se ha enredado a un mástil.
La misma luna que dejamos bajo un arco de piedra y cuya luz agraciará los sauzales.
En la cubierta, quietamente, yo comparto la tarde con mi hermana, como un trozo de pan.
*****
El mar
Antes que el sueño –o el terror- tejiera
Mitologías y cosmogonías,
Antes que el tiempo se acuñara en días
El mar, el siempre mar, ya estaba y era.
Quién es el mar? Quién es aquel violento
Y antiguo ser que roe los pilares
De la tierra, y es uno y muchos mares
Y abismo y resplandor y azar y viento?
Quien lo mira lo ve por vez primera
Siempre, con el asombro que las cosas
elementales dejan. Las hermosas
tardes, la luna, el fuego de una hoguera.
Quién es el mar? Quién soy? Lo sabré el día
Ulterior que sucede a la agonía.
***
On his Blindness
Indigno De los astros y del ave
Que surca el hondo azul, ahora secreto,
De esas líneas que son el alfabeto
Que ordenan otros y del mármol grave
Cuyo dintel mis ya gastados ojos
Pierden en su penumbra, de las rosas
Invisibles y de las silenciosas
Multitudes de oros y de rojos
Soy, pero no de las Mil Noches y Una
Que abren mares y auroras en mi sombra
Ni de Walt Whitman, ese Adán que nombra
Las criaturas que son bajo la luna,
Ni de los blancos dones del olvido
Ni del amor que espero y que no pido.
***
Proteo
Antes que los remeros de Odiseo
fatigaran el mar color de vino
las inasibles formas adivino
de aquel dios cuyo nombre fue Proteo.
Pastor de los rebaños de los mares
y poseedor del don de profecía,
prefería ocultar lo que sabía
y entretejer oráculos dispares.
Urgido por las gentes asumía
la forma de un león o de una hoguera
o de árbol que da sombra a la ribera
o de agua que en el agua se perdía.
De Proteo el egipcio no te asombres,
tú, que eres uno y eres muchos hombres.
***
Lo perdido
¿Dónde estará mi vida, la que pudo
haber sido y no fue, la venturosa
o la de triste horror, esa otra cosa
que pudo ser la espada o el escudo
y que no fue? ¿Dónde estará el perdido
antepasado persa o el noruego,
dónde el azar de no quedarme ciego,
dónde el ancla y el mar, dónde el olvido
de ser quien soy? ¿Dónde estará la pura
noche que al rudo labrador confía
el iletrado y laborioso día,
según lo quiere la literatura?
Pienso también en esa compañera
que me esperaba, y que tal vez me espera.
***
A una espada en York Minster
En su hierro perdura el hombre fuerte,
hoy polvo de planeta, que en las guerras
de ásperos mares y arrasadas tierras
lo esgrimió, vano al fin, contra la muerte.
Vana también la muerte. Aquí está el hombre
blanco y feral que de Noruega vino,
urgido por el épico destino;
su espada es hoy su símbolo y su nombre.
Pese a la larga muerte y su destierro,
la mano atroz sigue oprimiendo el hierro
y soy sombra en la sombra ante el guerrero
cuya sombra está aquí. Soy un instante
y el instante ceniza, no diamante,
y sólo lo pasado es verdadero.
***
El mar
El mar. El joven mar. El mar de Ulises
Y el de aquel otro Ulises que la gente
Del Islam apodó famosamente
Es-Sindibad del Mar. El mar de grises
Olas de Erico el Rojo, alto en su proa.
Y el de aquel caballero que escribía
A la vez la epopeya y la elegía
De su patria, en la ciénaga de Goa.
El mar de Trafalgar. El que Inglaterra
Cantó a lo largo de su larga historia,
El arduo mar que ensangrentó de gloria
En el diario ejercicio de la guerra.
El incesante mar que en la serena
Mañana surca la infinita arena.
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