Viaje a Grecia (2)
* Cuando recorro los museos de Atenas, reconozco haber visto en fotos, videos, películas, muchas de las esculturas que ahora tengo enfrente. Sin embargo, parecen otras, las veo por primera vez con su verdad y contundencia. Se me hace evidente que nada sustituye la experiencia directa, ningún recurso de la cultura equivale a la vivencia concreta, en un sentido amplio: lo que imaginamos de cada lugar, de los paisajes y personas… Suele ocurrir que la idea previa de algo queda desmentida, y lo que no imaginábamos aparece y nos asombra, y este es uno de los aprendizajes, una de las felicidades de viajar.
El mejor museo es el Arqueológico Nacional, lo preferimos al de la Acrópolis, que es más moderno pero mucho menor en cantidad de obras. La fascinación se repite al contemplar el arte griego y será una constante en todos los museos y monumentos visitados. Las esculturas de Fidias, Praxiteles, las anónimas, aún rotas y fragmentarias, nos maravillan. ¡Dos mil años antes que Miguel Angel y los grandes del renacimiento!
* Desde los tiempos homéricos, es proverbial en la cultura griega la institución de la Hospitalidad. Y dramáticamente se repite en nuestro tiempo: Atenas está saturada de extranjeros sin techo, sin trabajo, parias de la tierra que se apiñan en plazas y calles. “Les cobran cinco mil dólares para traerlos a Europa, pero quedan aquí. Los otros países europeos no los reciben”, dice una joven empleada de una tienda de artesanías. “Son seres humanos y como tal los tratamos, pero el problema está y crece día a día”, comenta una española que reside hace años en Atenas. «Más complicadas todavía están Lesbos, Samos, y otras islas», agrega. Un taxista, afirma, con buen humor: “cuando los chinos tengan hijos, los hijos va a crecer en Atenas, van a ir al colegio aquí, por lo tanto serán griegos, chinitos griegos”. No percibimos en nadie una actitud hostil o despectiva, Aunque reconocen la gravedad de la situación, la filoxenia sigue viva en ellos.
* Las impresiones de esta primera estadía en Atenas derivan, varios días más tarde, en un poema. Confirmo que la poesía no es un reflejo automático de las percepciones, sino una compleja elaboración, una maduración que sigue reglas extrañas que no controlamos. ¿Es la experiencia de la autonomía del lenguaje, como si el lenguaje hiciera su propio proceso y un buen día decide expresarse? ¿Y llamamos a esto inspiración?
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